martes, 25 de abril de 2017

Gente común y nada corriente

Las personas de la Fundación Colombiana de Ex Combatientes y Promotores de Paz

Hemos tenido el privilegio de compartir con un grupo de personas pertenecientes a la Fundación Colombiana de Ex Combatientes y Promotores de Paz (FUCEPAZ), la primera organización legal promovida por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejercito del Pueblo (FARC-EP).
La organización se funda con un primer grupo de indultados escogidos por el gobierno colombiano durante los diálogos de La Habana y bajo lo establecido en la Ley 418 de 1997. Después se han ido sumando otras y otros prisioneros políticos de las FARC excarcelados en cumplimiento de la Ley 1820 de 2016 de amnistía e indulto derivada del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera firmado en La Habana (Cuba) entre el gobierno y la guerrilla.

Logo de la Fundación Colombiana de Excombatientes y Promotores de Paz
Son un grupo de hombres y mujeres, de entre 20 y 65 años de edad, que han sido indultadas y puestas en libertad en distintas cárceles del país tras el acuerdo y que en las mañanas están recibiendo clases de educación formal para su nivelación académica.
También han constituido entre todas y todos la Escuela de Educación Popular para la Paz Manuel Marulanda Vélez, nombre que han elegido de forma democrática, en la que, por las tardes, estudian formación política y ciudadana, recibiendo clases de contexto social y crítico como parte de su preparación para alimentar el futuro partido político.
A una de estas sesiones de la escuela de educación popular nos invitó Liliany Obando, una activista por los derechos humanos que ha sufrido condena acusada de rebelión. Ella considera que su caso es uno de los falsos positivos judiciales. Socióloga de la Universidad Nacional y firme defensora de los derechos de las presas políticas, está acompañando el proceso formativo de esta escuela.
Liliany fue invitada por el programa “Voces en movimiento”, de Uniminuto Radio, a un conversatorio para hablar sobre el rol de la mujer después del acuerdo. De ahí surgió la idea de que desde la maestría en Comunicación, desarrollo y cambio social (CDCS) compartiéramos un espacio con las mujeres y hombres que asisten a la escuela creada por FUCEPAZ.
En Bogotá, en el lugar donde están viviendo sus primeras fechas de reinserción a la vida civil, tuvimos el encuentro con esta “gente común pero nada corriente”. Unas historias de vida que podrían formar parte de esas crónicas del realismo mágico garciamarquiano y que son unas entre las muchas de esas otras realidades del conflicto armado que no aparecen en los medios pero que forman parte de la Historia, de la de verdad, la que se construye desde abajo.
No son monstruos, ni peligrosos criminales como algunos quieren hacer ver. Son también víctimas de la guerra. Han sido guerrilleros y presos políticos y quieren ser ciudadanas y ciudadanos aportándole a la construcción de un nuevo país con sus miedos y sus sueños. Tienen necesidades, pero lo que más tienen son deseos de participar con sus pequeñas revoluciones a la gran revolución que supone para Colombia afrontar un futuro en paz.
Y no va a ser tarea fácil. Justo en estos días desde uno de los campamentos de las FARC informan del asesinato de uno de sus miembros beneficiado por la ley de amnistía. Un crimen más que sumar, pese al proceso de paz en marcha, a las numerosas persecuciones, desapariciones y muertes de líderes sociales en todo el territorio.
Con la gente de la escuela hablamos de comunicación y paz. Pero lo importante no fue lo que nosotros dijimos, sino lo que expresaron ellos. De la conversa surgieron inquietudes y también peticiones. Ellas y ellos son gente del campo, saben de la tierra y les ha tocado saber de la guerra. Pero se preguntan por muchas cosas más, están ávidos por aprender y formarse para la nueva vida que se les presenta. Nos interpelaron sobre cosas como: ¿qué conocimientos les podíamos aportar?, ¿qué vamos a hacer ahora que les hemos conocido?, o ¿qué les vamos a contar a nuestros estudiantes?
La propuesta de la maestría de comprender la comunicación como un proceso, cuestionando la información que nos venden, poniendo en duda el desarrollo impuesto y abordando desde otras perspectivas el cambio social, nos pone en el camino de la transformación social y de la convivencia pacífica. Con un discurso crítico, con una mirada holística y desde el sur, con valores éticos y humanísticos, desde el conocimiento del contexto histórico y social y con criterios para intentar entender las múltiples realidades de hoy, intentamos aportarle algo positivo al proceso de paz.

Imagen de la página web de las FARC-EP
Pero después de escuchar las palabras de este colectivo de guerrilleros y guerrilleras le añadiremos algunos aportes que este encuentro nos ha dado. Sin mencionar quien lo haya dicho, porque lo importante es lo que han dicho:
“Se ha acabado la guerra de las armas y ahora empieza la guerra de las ideas”; “Construyendo desde abajo para una Colombia en paz, tranquilidad, amor e igualdad para todos”; “Hay mucha gente que prefiere tener diez guerrilleros armados en el monte que uno solo en la ciudad con un micrófono”; “Somos revolucionarios que siempre hemos actuado en defensa de los más necesitados”; “luchamos a cambio de nada”; “la unión hace la fuerza”; “queremos que exista la paz”,…
Tal vez cosas muy simples e incluso obvias y mil veces repetidas. Pero palabras sencillas de gente humilde que le apuesta a la paz a pesar de lo que llevan encima. Lo que más desean es “que nos escuchen y nos crean” y que “cambien la manera de mirarnos”.
El tiempo nos permitirá dimensionar lo que supone todo esto. A nosotros nos ha movido algo dentro. Nos han hecho ver que, a veces, como dice el profesor Sergio Alvarado, las piedras del camino nos pueden servir para apoyarnos más que para tropezar en ellas.
Como ya dijera Blas de Otero, confiamos en que nos queda la palabra. Y con sus palabras se reafirma la idea del maestro Martín Barbero: “hay que meterle país a la universidad”. Una institución que, en general, ha tenido una postura algo tibia durante el proceso de paz y que ahora debe apostarle sin trabas al diálogo y a la inclusión. Si, como dice el eslogan de Uniminuto, somos el lugar donde transformamos vidas y construimos un mejor país, hay que apostarle con todo a la paz. A esa paz positiva que es mucho más que la ausencia de guerra. Que es justicia social en todos los ámbitos de la vida y las relaciones humanas en común. Armonía de la persona consigo misma, con la naturaleza y con las demás personas.
Este país, para que sea mejor, tiene que incluir todas las diferencias que alberga. También a las gentes de las FARC. Nosotros, para empezar, les incluimos en nuestra mente y nuestro corazón y les damos las gracias. Por habernos recibido y por su vuelta a la vida civil.
Con esta visita hemos constatado lo que les dijimos al empezar nuestra charla: que no les traíamos nada, pero que nos llevábamos algo; que no les enseñamos nada, pero que aprendimos mucho, y que no les hemos dado, pero hemos compartido. Sus narrativas, sus experiencias, sus pesadillas, sus sueños e ilusiones. Y las nuestras.
Lo que sí les dejamos al final fue un trozo de papel impreso con el credo de José Luis Sampedro escrito sobre el dibujo de su fundación.
Creo en la Vida Madre todopoderosa  
Creadora de los cielos y de la Tierra.
Creo en el hombre, su avanzado Hijo
Concebido en ardiente evolución,
Progresando a pesar de los Pilatos
E inventores de dogmas represores
Para oprimir la Vida y sepultarla.
Pero la Vida siempre resucita y el Hombre
Sigue en marcha hacia el mañana.
Creo en los horizontes del espíritu
Que es la energía cósmica del mundo.
Creo en la Humanidad
Siempre ascendente.
Creo en la Vida perdurable.

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